La masacre que reveló los horrores del apartheid: 1.300 balas en dos minutos y acribillados por la espalda

Más de cincuenta sudafricanos nativos yacen muertos después de que la policía abriera fuego contra una manifestación en Sharpeville. La gente protestaba contra la regla que obliga a los no blancos a llevar pases. (Foto de © Hulton-Deutsch Collection/CORBIS/Corbis vía Getty Images)

 

Nada hacía prever que la violencia podría estallar en el municipio sudafricano de Sharpeville. Miles de personas habían ido a la estación de policía local para protestar por las leyes que exigían que los ciudadanos negros en ese país lleven pases que determinan dónde pueden vivir. No esperaban, dicen ahora los supervivientes, derramamientos de sangre. Era una protesta pacífica. Carteles y algunos cantos para mejorar la situación de sus vidas.

Por infobae.com

El lenguaje de las balas

Pero entonces la policía abrió fuego con ametralladoras sin mediar palabra. No hubo ninguna advertencia anterior para que los manifestantes se retiren. Ninguna amenaza por parte de los que protestaban. Tras la balacera de ametralladoras automáticas, hubo un silencio doloroso. Unos 69 negros yacían muertos, 52 de ellos con disparos en la espalda. Lo que demuestra que habían intentado escapar de la zona de la matanza. Así este municipio se convirtió en un símbolo, su nombre evoca el desafío y la represión, un lugar donde la gente decía: “Recuerden Sharpeville” para definir sus percepciones de las autoridades blancas violentas sobre el pueblo sudafricano. Sucedió un 21 de marzo de 1960, hoy hace 63 años.

La historia de ese día, la cuenta Tom Lodge, un estudioso de la política sudafricana, en su libro Sharpeville.

Las manifestaciones contra las leyes de pases, que restringían los derechos de la mayoría de la población negra en la Sudáfrica del apartheid, comenzaron a primera hora de la mañana en Sharpeville. A la hora del almuerzo, la multitud fuera de la comisaría había aumentado a unas 20.000 personas. Toda la evidencia apunta a que la reunión fue pacífica. Los manifestantes tenían planeado dejar el lugar antes de que caiga la tarde para volver a sus casas.

Pasadas las 13, según el relato de Lodge en su libro, se produjo un altercado entre el policía a cargo y los líderes de la manifestación. En medio de la confusión, alguien entre la multitud disparó dos tiros al aire. Nunca se supo si se trato de una persona que participaba de la protestas o de un infiltrado. En respuesta a esos disparos, un oficial de policía gritó en afrikaans skiet o n’skiet (no está claro exactamente). Esto se traduce como “tiro” o “disparar”. Otro oficial interpretó esto como una orden y abrió fuego. Así se inició una descarga letal de unos 168 agentes sobre la multitud.

La versión policial afirmó que sus agentes estaban en peligro frente a los piedrazos que arrojaban los manifestantes. Pese a ese relato, solo tres policías resultaron heridos.

La previa de la masacre

En la mañana del 21 de marzo, militantes contra el apartheid caminaron por Sharpeville despertando a la gente e instándola a participar en la manifestación. Otros activistas trataron de impedir que los colectivos siguieran de servicio y esto resultó en la falta de transporte para los vecinos que trabajaban en Vereeniging (ciudad de población blanca).

Los manifestantes frente a la comisaría gritaban las consignas de sus luchas contra el racismo: “Izwe lethu”, (Nuestra tierra); “Awaphele amapasti” (Abajo con pases).

Un día después de la masacre, estallaron protestas en Ciudad del Cabo y más de 10.000 personas fueron arrestadas antes de que las tropas gubernamentales restablecieran el orden.

El gobierno sudafricano de minoría blanca ilegalizaron el Congreso Panafricanista, que organizó la protesta, y el Congreso Nacional Africano, lo que obligó a los dos principales grupos de oposición a una existencia clandestina. Esto provocó el cambio de la resistencia pacífica a la adopción de estrategias violentas contra el apartheid.

Eso no fue todo, la lluvia de balas sobre la protesta convenció al líder antiapartheid Nelson Mandela de abandonar su postura no violenta para luchar contra el sistema de discriminación racial institucionalizado de Sudáfrica. Cuatro años después de Sharpeville, en 1964, después de una acción militar menor, Mandela fue declarado culpable de traición y condenado a cadena perpetua. Fue liberado después de 27 años y en 1994 fue elegido el primer presidente negro de Sudáfrica.

Las entrañas de Sharpeville

Sharpeville es muy parecido a otros barrios pobres de Sudáfrica. Una ruta principal asfaltada que atraviesa la localidad y calles de tierra que se meten en lo profundo de la barriada. Las casas hechas de ladrillo rojo desgastado o bloques grises más nuevos. 25 años después de la masacre, un periodista del New York Times visitó el lugar.

El hombre había estado en la masacre de 1960, pero no deseaba ser identificado para el medio estadounidense. “Éramos todos jóvenes. Ahora somos padres y abuelos. En 1960, hubo intimidación. Fuimos de casa en casa para decirle a la gente que debía ir a la estación de policía y decir: ‘Ya no llevaremos nuestros pases’. La noche anterior a la masacre, dijo, él había sido uno de los jóvenes que había agitado por las calles y la policía había cargado palos, pero sin balazos”. Al otro día, ocurriría lo peor.

El año 1960 cayó en la era de Hendrik Verwoerd, teórico principal de las políticas de compartimentación racial llamadas apartheid. Desde ese momento, hasta el fin del sistema de opresión con la presidencia de Mandela, 3,5 millones de personas negras fueron trasladadas por la fuerza a territorios tribales y 8 millones fueron privados de la ciudadanía sudafricana.

La masacre en primera persona

El 21 de marzo de 1960, el día de la masacre, Zaccheus Maysiels se había unido a otros miles de sudafricanos negros para protestar contra una de las restricciones más odiadas por la mayoría negra del país: las libretas que controlaban todos sus movimientos dentro del territorio. Con ese especie de documento, el Gobierno podría decidir traslados de una región a otra de la población negra.

Es más, muchos testimonios de la época del apartheid recuerda que “incluso si tenías un visitante en tu casa, debías denunciarlo en la comisaría. Los oficiales se encargaban de decidir cuánto tiempo puede quedarse en tu casa”. Contra eso protestaron los residentes de Sharpeville cuando se reunieron pacíficamente frente a la comisaría sin esas libretas. El objetivo era ser arrestados para demostrar su oposición a ese tipo de control estatal racista. La hipótesis de los líderes de la protesta era que si arrestaban a miles de personas, las cárceles se llenarían y la economía se paralizaría.

Abram Mofokeng es uno de los sobrevivientes de la masacre y le dio una entrevista al canal de noticias estadounidense CBS. “Todos teníamos miedo – recuerda el hombre ante la cámara del noticiero-. No había tiempo para pensar. Solo intentábamos escapar”. Esa tarde, en Sharpeville la policía disparó unas 1.300 balas en apenas dos minutos. Imaginen la sorpresa y el terror de todas esas personas que en apenas 120 segundos escucharon esos balazos. Muchos murieron y otros vieron caer a sus amigas, niños o vecinos a su lado.

Minutos después de la masacre, la policía se llevó los cuerpos. El gobierno temía que una procesión fúnebre de 69 cajones provocara disturbios.

Esme Maysiels es hija de Zaccheus. El hombre murió acribillado por las balas de la policía sudafricana. La chica nacería dos meses después de la masacre, pero ya no tendría padre. “Los ataúdes llegaron cerrados”, contó la ya joven Esme en una entrevistas con el New York Times. “Nunca pudieron darnos la oportunidad de echar un último vistazo a esas personas”, recuerda. Es que los cuerpos estaban cosidos a balazos.

Sharpeville impacta en la ONU

Además de la introducción de la Convención sobre la Raza, Sharpeville también impulsó otros movimientos en la ONU que cambiaron la forma en que podía actuar contra los países que violaban los derechos humanos de las personas.

En su sesión inaugural en 1947, la Comisión de Derechos Humanos de la ONU había decidido que “no tenía poder para tomar ninguna medida con respecto a ninguna queja relacionada con los derechos humanos”. Durante las siguientes dos décadas y media, la comisión mantuvo esta posición sobre la base de que la Carta de la ONU solo requería que los estados “promoveran”, en lugar de “proteger”, los derechos humanos.

Pero después de la masacre de Sharpeville, la entidad adoptó una postura más intervencionista con el estado del apartheid. A medida que aumentaba el número de miembros de la ONU de África, la comisión revirtió su posición de “sin poder para actuar” y centró su atención en la situación de los derechos humanos en Sudáfrica.

Los desarrollos clave fueron la adopción de la Resolución 1235 en 1967, que permitió el examen de denuncias de “graves violaciones de los derechos humanos y las libertades fundamentales, ejemplificadas por la política de apartheid”, y la Resolución 1503 en 1970, que permitió a la ONU examinar las denuncias de “un patrón persistente de violaciones flagrantes y fehacientemente probadas de los derechos humanos”.

Estas resoluciones establecieron dos principios importantes: que las disposiciones sobre derechos humanos en la Carta de la ONU creaban obligaciones vinculantes para los estados miembros, y que la ONU podía intervenir directamente en situaciones que implicaran violaciones graves de los derechos humanos.

Esto colocó a la ONU en el camino hacia el reconocimiento de “todos los derechos humanos para todos”. Así, los cuerpos de los 69 sudafricanos que murieron frente a la comisaría de Sharpeville habían logrado el inicio del cambio con su protesta. El inicio del fin del apartheid en Sudáfrica.


Source: la patilla

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